L

a piel de nuestro cuerpo está conformada por tres capas: la epidermis, la dermis y la hipodermis.

La epidermis mide alrededor de un milímetro de espesor y está compuesta por unas células que se llaman queratocitos los cuales son responsables de conservar la barrera impermeable de la piel para mantenerla hidratada. La dermis está debajo de la epidermis, su espesor es de cuatro milímetros y está conformada por fibras, principalmente de colágeno, que se enlazan entre sí y proporcionan el “cuerpo” de la piel: estas fibras permiten su elasticidad y la flexibilidad. La hipodermis es la última capa, esta es profunda y la constituyen gran cantidad de células grasas que nos protegen del frío o del calor exterior.

Estas capas de la piel debemos mantenerlas con un cuidado permanente, es decir correctamente hidratadas, todo ello para contar con un buen estado de salud del órgano más grande de nuestro cuerpo. No obstante, cuando la piel se seca es porque estamos perdiendo hidratación. ¿Qué significa esto? La epidermis tiene al menos un 10 o 20 % de agua presente, cuando este equilibrio baja, ocurre la sequedad.

Se podría decir que la piel seca y deshidratada son casi lo mismo, pueden ser sinónimos de una misma condición de la piel. Hay que decir entonces que la sequedad de la piel es una consecuencia de su deshidratación. La sequedad produce picor, descamación y agrietamiento de la piel cuando la epidermis y la dermis han estado expuestas a un proceso constante de deshidratación, ya sea por condiciones internas o externas.

En nuestro blog encontrarás varios artículos dedicados a los problemas de resequedad de la piel. ¡Te invitamos a leerlos!

Ahora que ya sabemos que este desbalance puede ocurrir, es preciso prestar atención al modo de conservar la hidratación de la piel. Esta se puede ver afectada por factores internos y externos. Los internos hacen parte de lo que comemos y de lo que es necesario aumentar o complementar en nuestra nutrición. Tenemos como causas predominantes la falta de vitaminas A, E y C, y el omega 3, 6 y 9; asimismo, consumir insuficiente agua o comer pocas frutas con contenidos altos en agua como el melón, la sandía o patilla, y el pepino cohombro. Los factores externos vienen siendo los cambios de temperatura, el uso de aires acondicionados, el viento frío, vivir en climas fríos o con poca humedad o la exposición permanente a productos de aseo.

Para mantener el porcentaje de agua y la barrera de grasa (lipídica) de la piel es recomendable contar con una alimentación sana y complementarla con productos hidratantes adecuados. Sobre esto te vamos a hablar un poco, especialmente de los aceites, que además de hidratar ayudan a contrarrestar el paso del tiempo y se convierten en poderosos regeneradores de la piel.

Estos aceites regeneradores por lo general hidratan profundamente las primeras capas de la piel, pero no todos son los adecuados. Por ello, te dejamos unos tips para que elijas el que mejor se adecúe a tus necesidades.

  • Busca aceites naturales sin adición de químicos y derivados del petróleo.
  • Concéntrate en aquellos aceites que se absorben sin dejar una sensación grasosa porque se integran de manera perfecta en la piel.
  • Los aceites deben contener, en lo posible, vitamina E que previene el efecto de los radicales libres por la contaminación ambiental; retinol que es la vitamina A en su forma activa y ayuda a la producción de colágeno y, además, es un regenerador de las células de la piel; y ácido linoleico que es un ácido graso que ayuda a mantener el estrato córneo ubicado en la epidermis.

La epidermis cumple una función metabólica para mantener la piel sana y una de sus subcapas es el estrato córneo. De modo que este desarrolla una función de barrera, protege la piel y la mantiene con la humedad necesaria a través de los lípidos epidérmicos que la componen.

Prefiere lo natural, los aceites son una excelente opción para cuidar nuestra piel.