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n el blog anterior hablamos del término aging gracefully o envejecer con gracia en el que comentábamos que esto significaba aprender a vivir la vida con plenitud tanto física como mentalmente, y para ello nos permitimos darte unos tips en esa dirección.

Ahora que ya sabemos qué es envejecer con gracia, en esta segunda entrega profundizaremos en cómo mantener una mente abierta a medida que pasan los años.

¿Será que podremos hacer las mismas cosas que antes o quizás las podremos seguir haciendo de otra manera?

Estos interrogantes nos plantean pensar que a medida que nuestro cuerpo se transforma nuestra capacidad física también cambia y, por lo tanto, los hábitos o prácticas de la vida cotidiana pueden ser reformulados o simplemente los dejamos de hacer.

Nos referimos entonces que aprendemos y desaprendemos constantemente mientras envejecemos con gracia, pues la mejor versión de nosotros será la que se va ajustando a la edad y a las capacidades físicas.

Es verdad que esto puede costar un poco porque mentalmente nos sentimos capaces de hacer muchas actividades, pero está en comprender que la mecánica de nuestro cuerpo (equilibrio, estabilidad, flexibilidad etc.), va cambiando a medida que pasan los años.

De hecho, solemos considerar que aún seremos capaces de subirnos en una butaca y hacer equilibrio para cambiar un bombillo, correr, bajar unas escaleras a toda velocidad, cargar mucho peso con las bolsas del mercado, subir una montaña, o seguir pensado que no necesitamos lentes para leer la letra pequeña de las etiquetas.

Envejecer con gracia implica, de este modo, pensar cómo nos ajustamos aquellas actividades diarias. Seguro podemos cambiar el bombillo o hacer reparaciones de altura en nuestro hogar si usamos una butaca robusta, y no la silla del comedor.

Las rodillas cobrarán protagonismo porque son las primeras que nos recuerdan las dolencias físicas, así que en vez de correr y bajar unas escaleras a toda marcha podremos hacerlo con mayor seguridad en la pisada, con un calzado adecuado y un ritmo estable a nuestra condición física.

Lo mismo ocurre para ciertas actividades como la lectura, unos lentes adecuados mejorarán nuestra calidad de vida.

También con el peso de la bolsa del mercado, los carritos evitarán que esforcemos demasiado las manos y los brazos, y que curvemos la espalda para sostener el peso.

Asimismo, verás que con el paso de los años habrá cosas que antes te gustaban mucho y ahora no, y todo ello es completamente normal porque comienzas a disfrutar otras actividades. Por ejemplo, si antes te gustaban las caminatas de montaña ahora te gustan los paseos cortos, o simplemente ya podrás ser consciente que hay actividades que no lograrás realizar por el esfuerzo físico que implica.

La clave es aceptar con amor todos esos cambios

Uno de esos momentos de cambio y transformación se evidencia con la pérdida de autonomía que suele ser compleja en la vejez. Para ello debemos analizar constantemente los signos de cambio de nuestro cuerpo y de nuestras habilidades.

Por ejemplo, no podemos conducir el automóvil de toda la vida porque no tenemos los mismos reflejos que antaño, pero si queremos seguir manejando debemos cambiar a un vehículo que tenga todos los sensores posibles para que nos avise cualquier posible imprevisto en carretera.

Entender que si ponemos algo al fuego para hacer una comida o un té debemos estar ahí muy pendientes hasta que termine la cocción, y no como antes que hacíamos cuatro o cinco cosas al tiempo.

Adaptar ropa, zapatos y accesorios a cada momento de la vida también es importante. Seguramente las zapatillas reemplazarán los tacones, o la ropa deportiva amplia y cómoda lo hará con el traje formal.

La cuestión es la adaptación constante a los ritmos de la vida para que no nos abrume aquello que antes hacíamos, pues ahora lo podemos hacer de otra manera o tal vez debamos dejarlo de lado.

Recuerda que vivir plenamente con nuestro cuerpo significa respetarlo y amarlo.